Escuela de Música

Historia 009

Para rastrear el origen de la instrucción musical en nuestra Universidad, vale la pena señalar que desde 1925, en las reuniones previas que convoca el Gobernador José Guadalupe Zuno para la creación de una nueva institución educativa, se contemplaba formular el proyecto de la Escuela de Bellas Artes. Sin embargo, parece que se priorizan otras vocaciones, pues en la documentación disponible el tema vuelve a tocarse hasta 1938, en que se integra nuevamente una comisión con la intención de establecer un Departamento de Bellas Artes para impulsar la cultura estética dentro de los elementos y las actividades universitarias. A pesar de ello, por lo menos dentro de las escuelas preparatorias y secundarias adscritas a la Universidad de Guadalajara, sí se desarrolla un programa educativo musical desde 1925, a la par que se organizan conferencias y conciertos para difundir la cultura musical. 
 

 

Muy probablemente debido a la existencia de la Escuela Normal de Música —también conocida como Academia Rolón—fundada en 1916 por el destacado compositor, pianista y director jalisciense José Rolón. Y luego ante la inauguración en octubre de 1939 de la Escuela de Bellas Artes dependiente del Departamento Cultural del Estado de Jalisco, los varios proyectos para establecer el estudio de las Bellas Artes a nivel profesional al interior de nuestra casa de Estudios, no lograron concretarse. Sin embargo, en 1947 la dependencia estatal pasó a formar parte de la Universidad de Guadalajara y bajo la Dirección de José Guadalupe Zuno, los estudios de Artes Literarias, Artes Musicales y Artes plásticas fueron instalados en los bajos del Museo del Estado, hasta que debido a la falta de recursos y a la solicitud del local que entonces ocupaban por parte del Departamento de Antropología e Historia del Gobierno del Estado, debieron suspender sus labores en 1949. 


A partir de ello y con la promesa de darles un espacio adecuado dentro de los terrenos del Instituto Tecnológico, unos meses después y bajo los auspicios de la Comisión Pro-Conmemoración del XXV Aniversario de la Fundación de la Universidad de Guadalajara, se impulsó la creación de la Facultad de Bellas Artes, la cual contaría con un Taller de Artes Plásticas y un Conservatorio de Música alimentado de la sección de Artes Musicales de la extinta escuela con las clases de: Solfeo y Canto, Piano, Conjuntos Corales, Lectura Musical, Armonía y Contrapunto, Teoría Musical, Instrumentos de viento y de madera, Práctica de Orquesta e Historia de las artes musicales. La creación de este Conservatorio tenía la intención de prestar un servicio de carácter social y activo que reconocía la existencia de numerosas instituciones y personas que se dedicaban en nuestra ciudad y en el Estado a la enseñanza y práctica de la música; por lo que se formó un Consejo Consultivo con los directores de los planteles particulares que impartían instrucción musical, además de que no se impuso requisito alguno para escuchar las cátedras, presenciar las prácticas o presentar consultas.


Como tal, la actual Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara fue fundada en 1952, ofertando carreras técnicas como Ejecución de Instrumentos, Canto, Instructores de Música y Profesionales de Composición. Y aunque desde 1980 ocupa el claustro de San Agustín, un edificio emblemático del barroco mexicano construido a finales del siglo XVII; para muchos, hablar de esta escuela significa recordar la sede que ocupara por 18 años en los cruces de Av. Vallarta, Av. Enrique Díaz de León, Pedro Moreno y Constancio Hernández Alvirde; la cual poco después de su reubicación, fue sorpresivamente demolida.


De aquellos días quedan como recuerdo algunas fotografías que atestiguan la belleza de sus ornamentos interiores y la práctica musical que contuvo en su interior con las cátedras de Instrumentos de arco, Piano, Armonía y Teoría Musical, a pesar de no contar con las características acústicas y de insonorización que un espacio para tales funciones requería, pues el sonido producido por un ejecutante en un salón cerrado se filtraba fácilmente hacia otras áreas, lo que interfería con la concentración y el desarrollo adecuado de las actividades académicas tan variadas que se desarrollaban en su interior. Pero la música también salía hacia el exterior del monumental recinto, capturando los oídos de los pasantes tapatíos, lo que probablemente sea la razón por la que, a pesar de haber alojado a tantas otras dependencias, en el imaginario popular la memoria de este edificio haya pasado a la posteridad como la Escuela de Música. Ésta fue sin duda un espacio emblemático que formó a generaciones de músicos, compositores y artistas locales; convirtiéndose en semillero de talento y símbolo del desarrollo artístico de la ciudad, que marcó la historia cultural de Guadalajara.

 

    
 

Aquel hermoso inmueble de estilo renacentista que también ocuparan —incluso de manera simultánea— la Escuela de Trabajo Social, la Federación de Estudiantes de Guadalajara, la Facultad de Economía y la Facultad de Filosofía y Letras; se encontraba en la manzana que hoy ocupa el Edificio Cultural y Administrativo de la Universidad de Guadalajara. Había construido entre 1914 y 1920 a iniciativa del General Manuel M. Diéguez para ser una escuela primaria para niñas, denominada como “Escuela Constitución”, bajo el diseño del Ing. Alfredo Navarro Branca, uno de los mejores arquitectos tapatíos del momento. Este magnífico edificio que ya se había convertido en un símbolo de la ciudad, encontró su trágico final durante las primeras horas de la madrugada del viernes 12 de diciembre de 1980, cuando comenzó a ser demolido a pesar de la resistencia estudiantil, la inconformidad de muchas instituciones y los reiterados señalamientos por parte del Instituto Nacional de Bellas Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia sobre su valor patrimonial y arquitectónico.


      


El asunto estuvo lleno de opacidad pues las autoridades negaron haber dado la autorización para que se llevara a cabo la demolición, y para cuando Obras Públicas del municipio mandó suspender las maniobras, los destrozos ya eran irreparables. El Rector Jorge Enrique Zambrano Villa se encontraba fuera del Estado, por lo que el jefe de relaciones públicas de la Institución emitió un somero comunicado señalando que se contaba con la anuencia del Gobernador del Estado, el licenciado Flavio Romero de Velasco para realizarla. Ante el Consejo General Universitario reunido unos días después de los hechos, la máxima autoridad universitaria justificó que no había sido una decisión tomada a la ligera, sino producto de un razonado análisis de varios años, consultada con especialistas, y apegada a un programa de desarrollo de la Universidad que suponía la relocalización de las instituciones que ahí operaban con el fin de construir un espacio que se adecuara a las necesidades sociales y culturales de la casa de estudios, con la creación de un teatro, cine, salas de exposiciones y auditorio en beneficio de los universitarios y la población de Guadalajara en general. Lo que es seguro, es que aquel episodio gris de nuestra historia marcó una importante pauta en las discusiones sobre preservación de nuestro patrimonio arquitectónico universitario.